Una conversación con Pamela Cuenca

Mi amiga Pam me invitó a grabar un episodio de Primero, su podcast. Hablamos sobre la importancia de hacer, consejos para la creatividad, herramientas para el desarrollo personal y más.

Disfruté mucho la charla. Fue divertido sentarnos a tomar un café para esta vez grabar uno de los tantos divagues filosóficos que hemos tenido. También me gusta estar experimentando distintos medios para conectar con las personas y compartir ideas.

Pam es una persona curiosa, optimista y apasionada por lo que hace. Además de su podcast, que tiene muy buenas conversaciones, ella se dedica a ayudar a las personas y a las organizaciones a crear su propio podcast, ya sea una única temporada o para lanzar un proyecto sostenido.

Te invito a visitar su página web, Instagram y LinkedIn.

Gracias por escuchar.

Caer y flotar

Caer

Tu boca dijo no, tu corazón se aferra,
te quedaste con las flores, me enterraste bajo tierra.

No me vengas ahora con ese llanto de sirena,
es tarde y llegó la hora de que me vaya por las buenas.

Te llamaría mañana para volver a vivir lo mismo,
por ese amor que no quisiste yo hubiera saltado a tu abismo.

Flotar

Maldita gravedad, saldría volando,
pero me tenés flotando en un mar de ansiedad.

Tu aura me quema y me derrite la cama,
sos la maldad más linda, sos la locura más sana.

Y si mañana no te veo o no te veo nunca más,
decime a donde vas, porque sé que me amás.

Descansar y enfocarse

Error de novato: Subestimar el descanso. Negación infantil causada por el miedo original; el miedo al fin, el miedo a la muerte.

Me cuesta parar, siento que estoy perdiendo el tiempo, que no estoy avanzando. A veces sospecho que me incomoda descansar porque siento que no hice lo suficiente como para merecerlo, que no me gané ese derecho. No hay peor descanso que la procrastinación y no hay peor esfuerzo que el que se hace con culpa. No voy a disfrutar el descanso si primero no acepto que nunca va a ser suficiente al menos que yo diga que es suficiente. No importa que tan productivo haya sido el día, siempre se puede hacer más, siempre va a quedar esa sensación de vacío, de que no alcanzó, de que faltó algo, de que no llegué a donde quiera llegar. El problema no se resuelve rompiéndome el culo trabajando, se resuelve respetando el tiempo que hay para todo. La jornada termina, suena la campana, me levanto y me voy a hacer otra cosa. ¿Qué clase de persona soy si no se me ocurre algo más divertido que hacer con mi tiempo que trabajar? Me guste o no me guste, en algún momento hay que poner un fin. Se trabaja y se descansa, se descansa y se vuelve a trabajar. Hago mi mayor esfuerzo y punto. Da igual. Porque por brillante o mediocre que sea lo que hice hoy, mañana voy a hacerlo de vuelta.

Que pueda hacer algo no significa que tenga que hacerlo. Puedo creerme la mentira de estar haciendo todo, o puedo aceptar la verdad; en algún momento tengo que hacerme cargo de mi vida y tomar una decisión. ¿Qué es lo que más quiero? ¿Hacia dónde voy? ¿Qué es tan importante para mi, que estoy dispuesto a renunciar a todo lo demás? ¿Entonces qué tengo que hacer?

Problemas

Desde un punto de vista absoluto nada es un problema. Vale la pena recordarlo de vez en cuando. Siempre podemos desvanecer los problemas simplemente dejando de verlos como un problema. Por supuesto que es mucho más fácil decirlo que hacerlo, pero es posible.

Dejando esto de lado, en un plano más terrenal y relativo, podemos separar los problemas en dos grandes categorías:

  1. Malos problemas: Son los que interfieren con el flujo natural de la vida, incomodan la existencia, atentan contra la supervivencia básica y desarrollo de cualquier ser humano. Ejemplos: Gripe, se rompió el inodoro, una relación tóxica. Estos son problemas que hay que aprender a evitar, y solucionar inmediatamente cuando aparecen.
  2. Buenos problemas: Los llamados problemas del primer mundo. Son los que se presentan como un obstáculo, o pasos intermedios en el camino hacia algo que buscamos lograr. Suelen aparecer como consecuencia del éxito o de la acción intencional. Ejemplos: Tengo mucho trabajo, no se si irme de vacaciones o usar el dinero para invertir en mi educación, no tengo tiempo para leer.

Libertad es la posibilidad de elegir qué problemas tener.

Resistencia

No hay mayor acto de cobardía que mentirse a uno mismo.

Todavía no empecé y ya quiero terminar. Como dijo Jerry Seinfeld, la recompensa es esa, terminar.

Todos los lunes mi semana empieza igual; pensando en que voy a compartir el viernes. Siempre tengo ideas, pero no siempre estoy dispuesto a enfrentarlas, me da ansiedad, o pereza.

Escribir es ver el caos mental que hay detrás de esas ideas hermosas, y hacer un intento por ordenarlo. En el mejor de los casos, descubro algo nuevo que no sabía que estaba ahí. Me gusta empezar la semana con saldo cero, no debo nada pero tampoco tengo nada a favor. Cuatro días y medio para escribir, corregir y publicar. Escribir es mi gimnasio emocional. Las semanas que logro hacer más de una publicación me siento increíble, porque significa que superé mis propias limitaciones, fui más fuerte que mi ego, o más liviano, más libre de expectativas. Empezar, perseverar y concluir. Hago lo mejor que puedo y a otra cosa, la vida sigue. Todo lo que alguna vez logré es polvo en el viento. Lo que queda es el cambio interno que produce enfrentar una y otra vez la dolorosa tarea de empezar de nuevo. En el fondo escribo para mi. Es exactamente lo mismo que salir a correr, no sirve para nada, solo mantenerse en forma.

El sufrimiento no está en el trabajo, está en la resistencia.

Disociación temporal

El pasado es una realidad que ya no existe y el futuro es un problema que todavía no tengo.

Los problemas inventados son las distracciones más efectivas.

Alienados

¿Qué le preguntarías a un extraterrestre?

Lo mismo que le preguntaría a cualquier extranjero. ¿Cómo nos ves, cuál fue tu primera impresión? ¿Qué extrañás de tu planeta? ¿Cómo usan la energía? ¿Ustedes hacen filosofía?

Cuando alguien visita Uruguay por primera vez, le invitamos a probar el mate, la torta frita, el dulce de leche, el asado, el chivito.

A un extraterrestre lo primero que le mostraría es la rambla de Montevideo, para joderle un poco el viaje y dejarle la vara alta para el resto de los lugares que visite en el universo. Después le mostraría la mejor música que hay acá, el disco Thriller, Erik Satie, unos cuantos estándares de Jazz, el Hip Hop de los 90s, Soul de los 70s, Los Beatles. Le mostraría algo de arte pero no mucho porque seguramente no entienda nada. Le explicaría que tenemos algunos malos hábitos como tratarnos mal y contaminar el planeta pero que no lo hacemos por maldad, es que hay cosas que todavía estamos resolviendo, porque la civilización ha avanzando mucho más rápido que nuestras almas y recién ahora estamos entendiendo que se puede vivir de otra manera. Para entender quienes somos alcanza con saber que nuestra tecnología preferida sigue siendo la primera, el fuego, eso que descubrimos por accidente y que nos salvó de todo, del frío, del hambre, de ser devorados por la oscuridad. Por mucha historia que hayamos recorrido, en el fondo seguimos siendo ese animalito aterrado.

¿Querés saber qué es ser humano? Te invito a probar las emociones.

Aprender de Grandes
9 lecciones para grandes cambios

Esta semana me mudé. Fue un proceso intenso, relativamente corto y por momentos tedioso y abrumador.

Ya instalado, adaptándome y disfrutando mi nuevo hogar, tengo tiempo para reflexionar un poco sobre los aprendizajes que me dejó elegir un nuevo lugar donde vivir:

  • Tener claras las prioridades te va a dar una ventaja enorme, puede ser la diferencia entre un dolor de cabeza o un proceso disfrutable. Definir qué es lo importante te va a ayudar a ahorrar mucho tiempo y a enfocarte en el objetivo.
  • Las condiciones nunca van a ser ideales, el momento perfecto nunca llega. Eventualmente hay que tomar una decisión y lanzarse al cambio. Confiar en que vamos a encontrar la forma de hacer que funcione, no necesitamos tener todo resuelto de antemano, solo un buen punto de partida.
  • Nadie puede solo. Es bueno ser independiente pero es sabio reconocer cuando necesitamos ayuda y pedirla a tiempo. Hay batallas que no valen la pena.
  • Tener paciencia. Los grandes cambios no se dan de la noche a la mañana, llevan tiempo, demandan energía. Somos seres flexibles y con una capacidad de adaptación sorprendente, pero no es magia, cuesta trabajo y esfuerzo.
  • Aceptar la incertidumbre. Está bien planificar y adelantarse a los hechos en la medida de lo posible, pero no te obsesiones con tener todo controlado, hay cosas que nadie puede predecir y que solo vas a descubrir cuando las estés viviendo. A veces no hay otra opción que mantener la calma, esperar a que las cosas sucedan y estar preparados para enfrentarlas.
  • La renovación siempre hace bien, vale la pena. Cualquier proceso de cambio es una forma de hacer espacio para cosas nuevas.
  • Nada es para siempre, ningún cambio es permanente. Nos movemos todo el tiempo aunque no siempre sea a pasos agigantados. Permitirse adaptarse a las nuevas realidades sin padecer los cambios ni aferrarse a las viejas formas de hacer las cosas, va hacer que puedas dedicarte a lo que realmente importa y a estar presente para aprender lo que cada situación tiene para enseñarte.
  • Celebrar también “los fracasos”. No siempre las cosas resultan como queremos, pero eso también es bueno, significa que estamos accionando, que el proceso de cambio está en marcha. Cada error es un paso hacia el éxito.
  • Todo lo que necesitás es amor. Un lindo hogar, una relación sana y un trabajo bien hecho solo pueden ser resultado de amor y dedicación.
Hacer el ridículo

Muy pronto se te va a terminar el tiempo. Todo lo que alguna vez te preocupó va dejar de tener importancia.

Muy pronto, ya no vas a poder celebrar ni lamentar nada.

Este es el tiempo para hacer, deshacer, probar, fracasar, experimentar, aprender, cometer errores. Y vivir el privilegio que significa tener la posibilidad de elegir un camino propio.

Este es el momento para hacer el ridículo, no hay otro.

Cuatro mil semanas

El problema del tiempo es el mismo problema que tenemos con todo: Somos seres mortales, con una capacidad limitada y un tiempo finito. Esto nos obliga a aceptar que no vamos a llegar, ni cerca, a hacer todo lo que nos gustaría hacer en la vida, y que, en cualquier momento dado, no tenemos otra opción que decidir, no nos queda otra alternativa que tomar un camino, al costo de todos los otros caminos posibles.

En Cuatro mil semanas, Oliver Burkeman explora la raíz del problema y propone una alternativa a la hiperoptimización.

Un libro esencial para los tiempos que corren. Te lo recomiendo especialmente si:

  • Si no te alcanzan las 24 horas del día
  • Si te gustaría tener tiempo libre pero no podés estar sin hacer nada
  • Si necesitás decidir en qué “invertir tu tiempo”
  • Si vas por la vida corriendo de un lado al otro
  • Si te cuesta decir que no
  • Si tus logros nunca son suficientes
  • Si siempre estás preparándote para el futuro