Mi crítico interno no sabe nada, porque no hace y nunca hizo nada. Solo opina desde afuera, o mejor dicho desde adentro. Agazapado en la mente, desconectado de la realidad, suspendido en una burbuja de ideales inalcanzables. Vive escondido escabulléndose entre las grietas oscuras de mi superego. Y con la soltura que caracteriza a quien no tiene nada que perder, pronostica fracaso, humillación y miseria.
No me deja avanzar, por miedo a quedarse solo.