El río invisible

Tengo dos opciones.

  1. Negar, lamentar. Aferrarme a la tierra. Levantar una represa que se va a desbordar. Nadar contra la corriente. Morir ahogado en un intento absurdo. Soñar con ser dios.
  2. Llevar una silla plegable y sentarme en la orilla, disfrutar de la vista mientras me tomo un café. Respirar hondo y llenarme de aire limpio, exhalar preocupaciones, dejar ir el miedo, abrazar la incertidumbre. Escuchar a la naturaleza; la brisa en los árboles, los pájaros, el agua corriendo. Entregarme, rendirme, soltar. Tomarme el tiempo que sea necesario. Y cuando por fin esté dispuesto a pasar frío, y a darme contra una roca, y a confiar en una fuerza que no es mía; entonces saltar. Dejarme llevar por el mismo caudal que me trajo hasta acá. Volver a la fuente. Empezar a vivir como siempre debí haber vivido.