Epifanía: El perfeccionismo no es un defecto, es una virtud.
Si ser perfeccionista significa ser más lento con tal de alcanzar un nivel de calidad más alto, entonces bienvenida sea la lentitud.
En vez de pelearme conmigo mismo, puedo reconocer que ser perfeccionista es una cualidad que me define y que no quiero cambiar. Ahí está la diversión, en los detallecitos que nadie ve, pero que me hacen feliz porque me representan.
No quiero vivir de otra manera, no puedo ignorar un potencial que está a mi alcance, esperando convertirse en realidad. Siempre hay una forma, hay que encontrarla y estar dispuesto a ir un poquito más allá del status quo. La realidad no es un obstáculo, es un estorbo, resistencia que tengo que superar, nada más.
Por fin entiendo que la perseverancia y el perfeccionismo son grandes aliados, mis herramientas en la búsqueda por la calidad. Lo que muchas veces veía como una pérdida de tiempo, hoy reconozco como la única forma, lo que soy, cómo funciono.
Doy lo máximo. Más no puedo, menos no quiero.