«Mira al cielo
es el color del amor».
«Mira al cielo
es el color del amor».
Me encanta la idea de vivir en una cabaña en el medio del bosque. Llevar una vida simple, lenta. No tener nada que hacer. Empezar el día en paz escuchando los pajaros, respirar ese aire limpio. Desayunar afuera mientras escribo en mi diario. Salir a caminar. Poner el escritorio enfrente a una ventana. Escribir mirando la lluvia. Dormir una siesta escuchando la lluvia. Pasarme horas leyendo en silencio. No tener televisión. Tomar un café mirando el fuego de la estufa. Escuchar jazz. Tener un perro o un gato. Tener una camioneta vieja. Dedicar los fines de semana a arreglar lo que se rompe. Cortar mi propia leña, fabricar mis propios muebles. Usar las manos, dejar de pensar. Cocinar sin apuro. Invitarte a cenar.
Hace un tiempo que tengo esta fantasía en la cabeza. Veo que me voy acercando de a poco. La cabaña no es tan importante. Es importante escuchar, prestar atención. Circular libremente entre la realidad y la ficción. Aprender a hablar el lenguaje de los sueños.
Vivir es aprender a ser quienes somos.
Cometemos el error de adaptarnos a cada truco nuevo que descubrimos, cuando debería ser al revez. Solo porque algo funciona para otra persona no quiere decir que tenga que funcionar para nosotros.
Probá cosas nuevas. Diseñá tu vida a medida. Quedate con lo que resuene con tus valores fundamentales.
Apagá el ruido de la sociedad y escucharás la música de tu alma.
«Si tienes dudas sobre algo que no está en tu vida, inténtalo. Las cosas son muy diferentes en la práctica y en la teoría. La única manera de saberlo es experimentarlo tú mismo… Si fue un error, al menos lo sabrás de primera mano, en lugar de estar siempre preguntándote.
Si tienes dudas sobre algo que ya está en tu vida, deshazte de ello. No sólo las cosas, esto se aplica a las identidades, los hábitos, los objetivos, las relaciones, la tecnología y cualquier otra cosa… Comienza con borrón y cuenta nueva. Si fue un error, lo recuperarás con entusiasmo renovado».
Editado para mayor claridad. Encontré esto en la newsletter de James Clear.
Este enero debe ser el más productivo que he tenido en los últimos cinco o diez años.
Me lo estoy tomando con calma, pero aun así no estoy conforme, no alcanza, no dejo de pensar en lo que quiero hacer y no estoy pudiendo, en quien quiero ser y todavía no soy. Quiero agregar un poquito más, aprovechar cada segundo de este verano que se va por la ventana.
Creo que ese es el problema. Ver la vida como una fuerza imparable. Hay una incomodidad constante, una molestia, una especie de pánico existencial.
¿Qué busco, qué quiero alcanzar? ¿Lo reconocería si lo tuviera? ¿Se puede tener?
Cuando me detengo y hago silencio llego a escuchar la verdad.
Soy el que soy. No importa lo que haga o deje de hacer.
En la nada está todo.
Repasar esta lista es uno de mis rituales favoritos, entre otras cosas porque me motiva a seguir leyendo.
Para mi fue un año de exploración creativa:
Este año me encantaría leer al menos un libro por mes y superar mi récord hasta el momento.
¿Dónde quiero poner la energía? ¿Qué plantas quiero regar?
Los objetivos solo son ramas en el árbol de la vida. El tronco es el propósito, los valores son las raíces.
Antes de empezar a caminar en cualquier dirección, me pregunto hacia donde quiero ir, para qué quiero llegar a ese lugar y que tiene que ver con mi esencia verdadera.
1 de enero de 2024. Recién terminé de leer un libro que me prestó una amiga y después de procrastinar toda la tarde finalmente me apronto un café y me siento a escribir. Siempre odié las letras. Si hace 10 años me decías que un día como hoy iba a estar haciendo esto no lo hubiera creído. Es bueno poder cambiar.
Hoy Montevideo suena a pueblo del interior, la combinación perfecta, lo mejor de ambos mundos. Que lindo poder escribir tranquilo, sin mirar el reloj, jugar un poco con las ideas, seguir las palabras a donde me lleven, probar, ver que sale. El problema del tiempo es inherente a las personas lentas y ansiosas, tengo un poco de las dos.
Ayer fui a andar en bicicleta y le saqué una foto al último sol del año, un sol que ya no existe y que no va a volver a existir nunca más; ahora es una historia, como esta que te estoy contando. Nadie puede broncearse dos veces bajo el mismo sol.
La Rambla y la bicicleta, qué lujos, qué privilegios. Para mí andar en bicicleta es una práctica espiritual. Es como volar, como flotar en una alfombra mágica. La bicicleta me ordena, me limpia, me purifica, me mantiene centrado. Si no me centro me caigo. Andar en bicicleta me ayuda a recordar lo que es verdaderamente importante. Es un ejercicio de gratitud, una reverencia a la vida.
P.D. Esto parece ser la continuación de una de mis primeras publicaciones.