El pasado es una realidad que ya no existe y el futuro es un problema que todavía no tengo.
Los problemas inventados son las distracciones más efectivas.

El pasado es una realidad que ya no existe y el futuro es un problema que todavía no tengo.
Los problemas inventados son las distracciones más efectivas.

¿Qué le preguntarías a un extraterrestre?
Lo mismo que le preguntaría a cualquier extranjero. ¿Cómo nos ves, cuál fue tu primera impresión? ¿Qué extrañás de tu planeta? ¿Cómo usan la energía? ¿Ustedes hacen filosofía?
Cuando alguien visita Uruguay por primera vez, le invitamos a probar el mate, la torta frita, el dulce de leche, el asado, el chivito.
A un extraterrestre lo primero que le mostraría es la rambla de Montevideo, para joderle un poco el viaje y dejarle la vara alta para el resto de los lugares que visite en el universo. Después le mostraría la mejor música que hay acá, el disco Thriller, Erik Satie, unos cuantos estándares de Jazz, el Hip Hop de los 90s, Soul de los 70s, Los Beatles. Le mostraría algo de arte pero no mucho porque seguramente no entienda nada. Le explicaría que tenemos algunos malos hábitos como tratarnos mal y contaminar el planeta pero que no lo hacemos por maldad, es que hay cosas que todavía estamos resolviendo, porque la civilización ha avanzando mucho más rápido que nuestras almas y recién ahora estamos entendiendo que se puede vivir de otra manera. Para entender quienes somos alcanza con saber que nuestra tecnología preferida sigue siendo la primera, el fuego, eso que descubrimos por accidente y que nos salvó de todo, del frío, del hambre, de ser devorados por la oscuridad. Por mucha historia que hayamos recorrido, en el fondo seguimos siendo ese animalito aterrado.
¿Querés saber qué es ser humano? Te invito a probar las emociones.

Esta semana me mudé. Fue un proceso intenso, relativamente corto y por momentos tedioso y abrumador.
Ya instalado, adaptándome y disfrutando mi nuevo hogar, tengo tiempo para reflexionar un poco sobre los aprendizajes que me dejó elegir un nuevo lugar donde vivir:

Muy pronto se te va a terminar el tiempo. Todo lo que alguna vez te preocupó va dejar de tener importancia.
Muy pronto, ya no vas a poder celebrar ni lamentar nada.
Este es el tiempo para hacer, deshacer, probar, fracasar, experimentar, aprender, cometer errores. Y vivir el privilegio que significa tener la posibilidad de elegir un camino propio.
Este es el momento para hacer el ridículo, no hay otro.
El problema del tiempo es el mismo problema que tenemos con todo: Somos seres mortales, con una capacidad limitada y un tiempo finito. Esto nos obliga a aceptar que no vamos a llegar, ni cerca, a hacer todo lo que nos gustaría hacer en la vida, y que, en cualquier momento dado, no tenemos otra opción que decidir, no nos queda otra alternativa que tomar un camino, al costo de todos los otros caminos posibles.

En Cuatro mil semanas, Oliver Burkeman explora la raíz del problema y propone una alternativa a la hiperoptimización.
Un libro esencial para los tiempos que corren. Te lo recomiendo especialmente si:
Hace más de un año que estoy usando el mismo teléfono y cada vez lo disfruto más. Estas son las funciones que me interesan (todo lo demás es prescindible):

Hardware y diseño
Estoy usando un iPhone 7 de 32GB de memoria interna, corriendo iOS 15, que es la última versión del sistema operativo disponible para este modelo. No me gustan las suscripciones así que tengo un chip prepago sin contrato que voy recargando a medida que necesito.
El tamaño me parece ideal, sobre todo para llevar en el bolsillo. La pantalla es la medida justa y sigue teniendo linda definición y color incluso para los estándares de hoy en día. Este telefono fue un regalo (gracias viejo!), aunque yo hubiera elegido la versión negro mate, tengo que reconocer que los bordes blancos le dan un lindo toque retro que me recuerdan a algunos productos Apple de principios de los 00s, sobre todo el primer iPod. Por lejos lo que más me gusta de mi teléfono es poder llevar la música a todos lados, no se me ocurre salir sin auriculares.

Software
Evito todo lo que sea entretenimiento y aplicaciones que faciliten el derroche de tiempo y dinero, como las aplicaciones de delivery de comida. No tengo juegos, redes sociales, ni plataformas de streaming. Hoy las únicas excepciones son escuchar música y leer en la aplicación de Kindle. Aplicaciones como Uber y Snapseed son para situaciones muy específicas, por ejemplo diluvios, o si quiero eliminar un platillo volador que salió en alguna foto. Mientras escribía esta publicación decidí eliminar Youtube y Mercado Libre, que rara vez la usaba para comprar por la aplicación (pasaba mucho más tiempo “mirando vidrieras”, consultando precios y opciones), veremos como me va.

Los principios que ordenan mi teléfono
La combinación de conveniencia y portabilidad es un arma de doble filo. ¿Qué quiero llevar todo el día en el bolsillo? ¿Un televisor, una máquina traga monedas, una ventana a la vida de cada persona que hay en el mundo? ¿Qué quiero poder hacer con el teléfono cuando no estoy en casa?
Casi todo lo que hace el teléfono puedo hacerlo en la computadora, qué muchas veces también viaja conmigo en la mochila. Y si hay algo que he aprendido viviendo con el celular en silencio las veinticuatro horas al día, es que las urgencias rara vez son urgencias, y que es bueno que la gente sepa qué esperar de mí cuando necesitan algo que es realmente importante. Por algo no soy bombero, no soy Spiderman, el mundo sigue girando.
Todo lo que ponga en mi teléfono va a estar compitiendo por mi atención con cualquier otra cosa quiera hacer, sin mencionar ese maldito impulso que tenemos de usar el teléfono para anestesiar la más mínima sensación de aburrimiento o incomodidad que nos toque vivir, por breve que sea. La atención plena es uno de los regalos más lindos que le podemos hacer a alguien y a nosotros mismos. Regalate un sorbito de mundo, regalate presencia.
Quiero que el teléfono sea la herramienta justa que tiene que ser, no un obstáculo. La vida es todo lo que pasa afuera de la pantalla, en el mundo real, en la experiencia directa.
El arte es un intento.
Era día de elecciones presidenciales y yo estaba en casa con unos amigos, en un momento me fui a dormir una siesta. Cuando desperté, mis amigos ya no estaban y el horario de votación ya había pasado, me sentí muy mal, era la primera vez en mi vida que faltaba a esa obligación.
Los sueños son historias ficcionadas contadas por el subconsciente. Es una forma que tiene la mente de decirnos amablemente cosas que quizá no estamos queriendo escuchar.
No hace falta ser ningún experto para entender cuál es el mensaje detrás de ese sueño que tuve; siento que estoy faltando a mi deber, y que no estoy ejerciendo mi voto.
¿Pero qué deber?
Bueno, hay varios candidatos. En primer lugar, empecé el año con objetivos muy específicos y, aunque esto no lo escribí oficialmente con mis objetivos, en el fondo, esperaba cumplir dos o tres antes de mitad de año, solo para sentir que estoy avanzando y que aproveché bien el tiempo. Por otro lado, ya hablé en otra publicación de la sensación de no estar dedicándole al blog lo mismo que le dedicaba antes, como si estuviera dejándolo de lado. También tengo problemas para dormir que se agudizan cuando no tengo una rutina bien definida, siendo febrero el mes que menos importancia le doy a tener una rutina, es un mes muy tranquilo para mi, sin muchas obligaciones, pero a la vez quiero aprovecharlo para adelantarme y prepararme para empezar mejor el año. Suelo decirme que no es un problema grave. Como no tengo horarios estrictos, cada vez voy a dormir más tarde, porque al menos que esté muy cansado, es más divertido seguir haciendo cosas que irme a dormir. Dormir más tarde significa levantarme cada vez más tarde, al punto de llegar a vivir de noche y dormir de día. En un momento digo basta y me vuelvo a acomodar, pero mientras tanto, no es un estilo de vida que me haga muy feliz ni que considere particularmente sano, es uno de mis grandes pendientes por resolver. Por último, en mi lista de deberes no cumplidos, prácticamente desde que empecé a trabajar a los 18 años, siempre tengo algún proyecto por fuera de mi trabajo ocupándome la cabeza. Al principio fue terminar secundaría y estudiar para tener una profesión, después fue descubrir cual es mi verdadera vocación, ahora es cambiar de profesión, en fin. Siempre hay algún lugar nuevo al que llegar, y para eso tengo que trabajar y esforzarme, porque si yo no lo hago nadie lo va a hacer por mi y nunca voy a llegar, o por lo menos eso me digo.
El deber, como todo lo humano, es completamente relativo. No hay deberes absolutos. Ni siquiera comer, ni dormir, ni ir a trabajar son deberes universales que compartimos todas las personas. Lo que deberíamos hacer, son simplemente normas que nos imponemos, basadas en nuestros valores, nuestros deseos, nuestros miedos. En esencia, los “deberías” son reglas autoimpuestas que cumplen la función de recordarnos que algo es importante para nosotros.
El tema es olvidarnos que somos nosotros los que marcamos las reglas, y que las reglas pueden cambiar en cualquier momento, no hay ningún lugar en donde esté escrito lo que deberíamos y no deberíamos hacer con nuestras vidas.
El problema son los extremos. Las reglas que cada uno asume, son una forma de mantenernos por el camino que queremos recorrer. Sin deberes no podríamos sostener el esfuerzo que necesitan los objetivos a largo plazo. Pero los deberes no tienen por qué ser una carga, ni reescribir las reglas es siempre la solución.
No hay cantidad de dinero, planificación, información ni recursos que puedan hacerme sentir preparado para lo que no quiero hacer.
Llega un punto en la espiral de excusas, lamentos, culpa, miedos, procrastinación y sufrimiento, en el que dejo de escuchar la voz de la víctima y empiezo a transformar la resistencia en acción y movimiento.
Cuando la acción tiene pulsión de vida y está alineada con un propósito claro, las cosas empiezan a mejorar, y empieza a salir a la luz la persona que en el fondo siempre fui, empiezo a ver de lo que soy capaz y de lo que me estuve privando todo este tiempo.
Soy yo el que sostiene las barreras que no me dejan avanzar. Para crear hay que tener las manos libres, y para eso hay que soltar.
Vivir no es un plan ni un resultado, es una decisión.
Me está costando expresarme, o no estoy queriendo, no lo tengo claro. Últimamente he estado sintiendo que ya no tengo nada más que decir ni nada más que aportar.
A veces parece que escribir este blog es apretar un limón para exprimir el jugo con el que hago la limonada. Yo soy el limon, el jugo son mis emociones y la limonada es “el producto”, estas publicaciones.
No me estoy quejando, odio quejarme. La queja es la versión adulta del llanto que largábamos de niños cuando las cosas no eran como nosotros queríamos, es esperar que venga alguien a solucionarnos el problema.
La intención de hacer público este diario es compartir mi proceso de desarrollo personal. Quiero ser transparente y mostrar que hay un camino para llegar a cualquier resultado, y que ese camino no siempre es un paseo por la pradera.
El desarrollo personal es un trabajo emocional, el trabajo más difícil del mundo. Si cambiar fuera tán fácil no habría tantas personas intentando cambiar el mundo.
¿Alguna vez sentiste que nada de lo que hacés tiene mucho sentido?
Yo sí, me pasa de vez en cuando. No soy de piedra, no voy a hacerme el Mr. Motivación. Sincerarme conmigo mismo es la única forma de empezar a resolver cualquier conflicto interno. Sigo avanzando, pero no puedo avanzar si ni siquiera sé dónde estoy, eso es lo que suelo hacer en estas épocas del año, ver donde estoy y hacia donde quiero ir.
La próxima vez que te sientas desanimado perdonate, pero acordate que nunca vas a estar listo para lo que vale la pena, nunca vas a tener la vida resuelta y nunca vas a saber cuanto tiempo te queda de vida.
Así que hacé lo que puedas pero viví, nunca dejes de vivir.